domingo, 2 de diciembre de 2012

CASUALIDAD ONÍRICA



Mientras caminaba por la acera, Jaime Carrizales recordó el sueño y sin saber por qué  empezó a temblar. Caminaba exactamente por donde lo había hecho ayer, anteayer y el miércoles. Sabía que sus pasos ya estaban señalados, como si no fuera dueño de sí mismo iría a la a plaza,  a encontrarse  como siempre con el prado bien podado, con las palomas picoteando, los pensionados leyendo sin distracción la prensa, y con aquel  hombre de camiseta negra que tanta curiosidad le causaba porque de él solo conocía su espalda, cada vez que se acercaba para tocarlo y descubrir su cara,  se despertaba.

Al tercer día, Él comentó a su esposa lo que había estado soñando desde hacía ya una semana.  El miércoles a la madrugada se levantó sudando frío y por ese día no pudo conciliar más el sueño,  ella muy preocupada, le sugirió que la próxima vez, para quitarse ese problema de encima, llevara su pistola y lo matara. Así fue,  esta vez sí parecía ser el día, entonces  llegó a la plaza y se sentó.

Para llegar allá, Jaime Carrizales caminó por la acera como de costumbre, recogió una vez más los pasos, pero ahora trato de cambiar el derrotero, espantó las palomas que comían tranquilas,   groseramente se atravesó por en medio los pensionados y pisó el prado como nadie lo había hecho, hasta que llegó a la banca del hombre con camisa a rayas.  Le tocó el hombro,  para ver quien era, entonces él se levanto, sacó una pistola y lo mató.